lunes, 10 de noviembre de 2008

Ceguera


Descaminada idea la de transportar al cine una novela de José Saramago sin tomar cuenta de que en sus obras el estilo es decisivo. Más aún si se trata de una alegoría como el Ensayo sobre la ceguera. El Nobel portugués se resistió por años a ceder los derechos porque temía que su amarga mirada sobre el rumbo de la civilización actual (y sobre la condición humana misma) fuera a parecerse a una historia de zombies.
Estaba en lo cierto. Todo lo que en las páginas del libro era metafórico, indirecto, misterioso, en el cine se vuelve explícito; como consecuencia, la alegoría que funcionaba simultáneamente en varios planos y empleaba el imaginario desastre colectivo para plantear una reflexión moral carece del sostén de la ficción: los personajes pierden gradualmente cualquier resonancia humana para convertirse en tipos, abstracciones sin nombre ni espesor que sólo deben cumplir su función en el planteo alegórico. Muy poco para sostener el interés, por muy sugerentes que puedan resultar los juegos ópticos y los virtuosismos formales, quizá concebidos por Meirelles (y su excelente fotógrafo, César Charlone), como un equivalente del plano meditativo del original.

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